Érica Castaño es una creyente asidua de la popular frase de Confucio que dice: “Quién mueve montañas, empezó aportando piedrecitas”. Ella, desde su escritorio en Biocosta, mientras revisa el computador sobre algún tema relacionado con su cargo de jefe de contabilidad, recuerda aquellos días en los que, sus herramientas de trabajo, fueron los útiles de aseo del hogar.
Desde Colombia nos llega esta historia que, nos demuestra que cuando uno quiere, puede hacer que sus sueños se hagan realidad. Y para eso, se tiene que trabajar duro.
No le avergüenza en lo absoluto contar que, durante tres años, la acompañó una escoba y un trapeador; al contrario, sabe que su historia de vida refleja la realidad de millones de personas que, todos los días trabajan y luchan para lograr sus sueños. Gracias a esos esfuerzos alcanzó lo que tiene actualmente.
Su niñez, que transcurrió en los bellos paisajes rurales y los animales, fue feliz. Pese a las carencias, nunca se quejó. Cuando no estaba en la escuela, ayudaba a su padre en el campo, porque se sentía comprometida; sin embargo, eso no le quitó tiempo para jugar y hacer cosas de niña.
Antes de terminar el bachillerato, ya se había proyectado a futuro ¡Quería ser una profesional! “Cuando me gradué mis padres me preguntaron qué quería hacer, pues, en mi pueblo, las jovencitas acostumbran a casarse muy temprano. Yo tenía otras metas y míreme, aquí estoy”, señaló la magister en finanzas.
Ella decidió que antes de tener un niño- o varios- en brazos, quería obtener un título universitario. Por eso, tampoco hizo parte del 20,5% de las mujeres en el país cafetero que tuvieron hijos entre los 15 y los 19 años de edad.
Erica Castaño, quien se define a sí misma como una persona luchadora de ‘armas tomar’, les aconseja a los jóvenes que, como ella, no contaron con los recursos suficientes para salir adelante, que persigan sus mayores anhelos.